‘Escultures de companyia’
Alejandro Palacín EN RESiDÈNCiA en el Instituto Vall d’Hebron y alumnos del centro fueron los guías de un itinerario escultórico por Montbau, Horta y Vall d'Hebron, en una nueva resonancia de la 11ª edición (2019-2020)
El artista visual Alejandro Palacín tiene un vínculo especial con Montbau. Su abuela vivía allí, por lo que entre sus recuerdos de infancia está el de un vecino del barrio, Carles Soler, construyendo una réplica de los porches y otros elementos escultóricos del Parc Güell en un tramo de la calle de Vayreda. Quizá por este motivo, la residencia de Palacín en el Instituto Vall d'Hebron invitó al alumnado a observar algunas esculturas que forman parte de su paisaje urbano y a intervenir en ellas, a acompañarlas con aportaciones efímeras pero cargadas de sentido
Justamente, la primera salida del grupo para descubrir estas obras tuvo como destino los Jardinets de Carlos Soler, el espacio que entre 1993 y 2003 aquel vecino trabajó hasta convertirlo en uno de los rincones más singulares de la zona. “Carlos Soler era un bombero que, al jubilarse, se dió cuenta de que en el jardín de delante de su casa necesitaba una restauración”, explicó Yi Jie Wu, uno de los alumnos que participaron en la presentación del 23 de octubre. Palacín dió a los asistentes algunos detalles del proceso de creación relacionado con este conjunto. “Vinimos toda la clase y nos encontramos con un jardín muy degradado, con piezas agrietadas y basura. Y decidimos arreglarlo”. Los alumnos y el creador limpiaron el pequeño jardín de hierbas y de piezas rotas y hablaron con el vecindario para hacerlo partícipe de su proyecto. Con esta acción, dieron a su trabajo una dimensión social, de arraigo en el barrio. “En lo referente a la intervención, la idea era crear una ciudad imaginaria vinculada a los jardines, que en cierto modo también tienen un componente fantástico”, apuntó Alejandro Palacín antes de que otro de los guías del itinerario, el alumno Mohammad Suqlain Khan, nos descubriera el significado de las dos esculturas que instalaron en este punto del recorrido. “Estuvimos mirando el Minecraft, donde los jugadores van dejando un rastro escultórico. Y a partir de las casas de dos YouTubers, realizamos nuestras creaciones”.
Firmar un poema visual de Brossa
La segunda etapa del itinerario fue el Velódromo de Horta o, más concretamente, las esculturas que Joan Brossa instaló a su alrededor, Poema visual transitable en tres temps: naixement, camí -amb pauses i entonacions- i destrucció: una letra A gigante y otra rota, con los escombros dispersos por el suelo. “Como a Brossa le gustaba la magia, en clase también hicimos algunos números”, explicó Daniil Alimov, otro de los alumnos del Vall d’Hebron, mientras realizaba un truco ante los asistentes a la ruta. En esta ocasión, la intervención consistió en la creación de una “firma” con piezas curvas que ponían el contrapunto sinuoso, ondulante, a una escultura rígida y granítica.
El recorrido se desvió a continuación hacia el Parc de la Vall d’Hebron, donde se encienden Els mistos de Claes Oldenburg y Coosje van Bruggen, una obra muy integrada en la comunidad. “Inicialmente, ellos y ellas querían hacer una funda para uno de los fósforos”, dijo Palacín, “pero el confinamiento lo impidió”. Esta circunstancia obligó al grupo a buscar una alternativa, y decidió hacer algo que remitiera al humo de una cerilla acabada de apagar: una barra metálica que adopta la forma retorcida y caprichosa de una voluta de humo, forjada por Palacín en su taller.
Una creación que ya forma parte del barrio
Dime dime querido, de Susana Solano, fue la cuarta y última etapa del itinerario. Esta creación realizada con metal sin tratar -de modo que cambia de color según la meteorología o la estación del año- es una tentación para los vecinos y vecinas más jóvenes del barrio, que se encaraman en ella con la ayuda de una pieza de cemento que hace las funciones de escalón. La intervención del grupo residente del Instituto Vall d’Hebron quiso dar un paso más y crear una piedra metálica para subirse al monumento. La piedra, de grandes dimensiones, se envolvió con una plancha de metal que Alejandro Palacín trabajó, de nuevo, en su taller. Y desde el pasado 23 de octubre, esta piedra acompaña a la escultura de Solano.
Si bien estas fueron las cuatro intervenciones efímeras en elementos escultóricos ya existentes, no fueron las únicas creaciones del grupo. Durante parte del trayecto, Suqlain, Daniil y Yi Jie estuvieron dando patadas a un balón de alambre: en realidad, se trataba de una obra con la que es muy fácil relacionarse y que se transforma continuamente. “Es una obra pasiva que va tomando forma a medida que los chicos le van dando golpes”, concluyó Palacín. Una prueba de que las esculturas no tienen por qué ser objetos estáticos, sino que pueden ser modificadas y adoptar nuevas formas y sentidos. En el blog de la residencia encontramos el relato de las diferentes fases de un proceso de creación que no solo ha conectado los alumnos con el arte contemporáneo, sino con su propio entorno.
Escultures de companyia es el resultado del proceso de creación desarrollado por Alejandro Palacín EN RESiDÈNCiA en el Instituto Vall d’Hebron, con la mediación de A Bao A Qu, durante la 11ª edición (2019-2020) del programa.