Misiondivina EN RESiDENCiA en el Instituto Joan Boscà

DESCRIPCIÓN DEL PROCESO, OBSERVACIONES Y CONCLUSIONES

Punto de partida: el punto de partida y la idea central que ha guiado todo el proceso de EN RESiDÈNCiA ha sido la aproximación a las prácticas artísticas como procesos de aprendizaje, o viceversa, entender los procesos de aprendizaje y el conocimiento que se genera en el interior de las prácticas artísticas. Una premisa que el colectivo Misiondivina, como laboratorio de experimentación, ya hacía aproximadamente un año que desarrollaba antes de que La Caldera los invitara a participar en el proyecto.

“El foco de nuestra investigación se coloca en un conocimiento que viene sobre todo del cuerpo. Partiendo de las diferentes prácticas artísticas individuales de cada una y confrontándolas, generamos entramados de descubrimientos, sugerencias o pistas en torno a los saberes de un cuerpo. Nos interesa romper las construcciones jerárquicas en relación con el conocimiento. También nos une el carácter efímero, lo inaprensible de las artes en vivo, que no deja una huella ‘objetual’ pero que es capaz de generar una memoria particular de la vivencia, de la piel, en el cuerpo de quien las recibe y las experimenta. Más allá de nosotros, lo que nos mueve es poder compartir estos espacios-tiempo de relación y de circulación de aprendizajes con otras personas y contextos, tanto si son artísticos como si no lo son. Porque creemos que de las prácticas e investigaciones artísticas destilan herramientas de vida que pueden ayudarnos a pensar otras realidades, otros cuerpos. Nuestro último proyecto, presentado en el 2018 en el Teatro Pradillo de Madrid, era una invitación a medio camino entre las prácticas artísticas compartidas, el taller colectivo de aprendizajes imposibles y la emergencia esporádica de momentos escénicos.”

Así, desde el inicio del recorrido que se ha compartido con los y las alumnas del Joan Boscà, se partía de las mismas cuestiones que nos habíamos planteado nosotros y que enunciamos de manera sencilla en el título de la propuesta que presentamos al Teatro Pradillo el año anterior: aprendamos a hacer cosas que no sabemos hacer y tenemos muchas ganas de aprender, juntas. Donde el deseo individual de aprender colectivamente algo que no sabemos es el motor y el impulso esencial.

Esta premisa se trasladó a los alumnos, primero de manera indirecta, proponiendo pautas y ejercicios básicos de desplazamiento del yo, como dibujar en un papel de manera colectiva y simultánea, en grupos de cuatro o cinco personas, generando la imagen de un cuerpo ajeno que no era la representación de ningún de ellos o ellas, pero en la que todos y todas habían puesto y proyectado algo. Un personaje imaginado al que después hacíamos una serie de preguntas que respondían jugando divertidos, pero que nosotros habíamos escogido para empezar a conocerlos como grupo e individualmente.

La segunda premisa era el convencimiento de que todo aprendizaje está íntimamente ligado a una experiencia, a la vivencia sensorial de un acontecimiento que pasa, inevitablemente, por el propio cuerpo. Situamos el cuerpo, como vehículo natural y común de la experiencia, en el centro de todas las prácticas, que desplegamos y compartimos a lo largo del curso escolar de maneras diversas, para:

- Trabajar la autopercepción y la conciencia corporal, con propuestas centradas en la respiración, la relajación y la activación, tanto muscular como energética.

- Tomar conciencia de la posición del cuerpo en el espacio y en interacción con los diferentes elementos presentes en el aula, tanto con el mobiliario —sillas y mesas— como con la propia arquitectura —suelo y paredes, pasando por la luz natural, creando momentos de oscuridad y penumbra— o con los sonidos que nos llegaban del exterior.

- Desarrollar la escucha física y auditiva, con ejercicios y pautas que llevaban tanto a la generación de materiales de movimiento como de materiales sonoros, mediante la voz y la manipulación de objetos.

- Tanto las propuestas como las sesiones siempre se planteaban para propiciar la conexión personal de cada integrante, pero con la capacidad de abrirse al contacto con el otro, trabajando por parejas, y desembocando en dinámicas de grupo, como conjunto de individualidades.

- Desarrollar la atención, dar y darse el espacio y el tiempo para escuchar lo que pasaba, para atender a lo que me dice mi cuerpo y los cuerpos de los otros; para nosotros ha sido un objetivo, una prioridad (y una dificultad) constante a lo largo de todo el tiempo que hemos estado juntas.

En un segundo momento, cuando ya se había establecido un cierto espacio de confianza, abrimos directamente la pregunta de qué querían aprender ellos y ellas durante el curso, juntas y con nosotros. A partir de sus respuestas se definieron una serie de campos de interés que contenían y organizaban el conjunto de las propuestas que habían hecho los y las alumnas.

- Ornamentación corporal: aprender maquillaje, tatuaje, manicura, a utilizar máscaras y a andar con tacones.

- Baile: aprender break dance, hip-hop, bachata, salsa y coreografías de videoclips musicales.

- Conciencia corporal: aprender a relajarse, masaje, aikido y artes marciales, parkour...

- Lenguaje y expresión verbal: aprender japonés, alemán, portugués, escritura creativa, voz y canto, componer una canción.

Entender cómo abordar y compartir estos procesos de aprendizaje, con intereses tan diversos, nos ocupó buena parte del primer trimestre, confrontándonos con la necesidad de tener que segmentar y dividir el grupo en ciertos momentos para poder trabajar aspectos puntuales y profundizar en las prácticas que surgían, y devolverlas al grupo en momentos de muestra e intercambio colectivo.

Espacios: por las limitaciones del aula de estudios del Joan Boscà, nos vimos obligados a deslocalizar las sesiones y utilizar otros rincones del instituto ocupando aulas libres, de dimensiones y características muy diferentes, el gimnasio, los pasillos, las escaleras o el teatro que comparten con el otro instituto. Incluso alguna sesión se desarrolló al aire libre, en el parque situado al lado de sus instalaciones.

En este sentido, han sido fundamentales las sesiones que, especialmente a partir de la segunda parte del curso, se pudieron coordinar y llevar a cabo en los espacios de La Caldera. Salir del instituto y encontrarse en un contexto diferente como es un centro de creación ha tenido un efecto muy positivo y ha facilitado el diálogo y la comprensión de las propuestas por parte de los alumnos, lo cual ha hecho aumentar de manera significativa su implicación, capacidad de atención y concentración. Por otra parte, ha permitido ir introduciendo componentes del lenguaje escénico, como la luz, el sonido o los micrófonos, y trabajar con ellos, así como aspectos visuales mediante dispositivos móviles, la cámara de vídeo y las proyecciones. Unos elementos que, más allá del momento de presentación final, se integraron como parte de los procesos de aprendizaje, y abrieron todo un campo en relación con los mecanismos de percepción y para entender los posibles dispositivos a la hora de compartirlos.

La construcción de un espacio de confianza.

Inicialmente el grupo estaba formado por estudiantes de clases diferentes que, a pesar de estar en el mismo instituto, a menudo tenían poco contacto y se conocían poco los unos a los otros. A lo largo del EN RESiDÈNCiA, a través de las experiencias y el diálogo entre los cuerpos, se han ido estableciendo relaciones de proximidad y complicidades, que han acabado construyendo un espacio de confianza mutua, de pertenencia al grupo y de intimidad compartida, tan valioso como difícil de imaginar al principio del proceso. A través de las diferentes prácticas y los momentos de mostrarse entre ellos lo que iban generando (ex)poniéndose a la mirada de los compañeros y compañeras, de sus opiniones y comentarios, poco a poco se fue desactivando la vergüenza y generando un marco de respeto y cuidado muy valioso. Ellos y ellas manifestaban lo siguiente en el último encuentro, tras la presentación final en La Caldera (traducido al castellano): “Ahora sentimos que formamos parte de una familia de la que vosotros (los miembros de Misiondivina, Cristina Riera como mediadora e incluso la profesora Blanca Pérez Portabella) formáis parte.”

Para nosotros, como colectivo ha sido también un aprendizaje intenso, una constante exploración de herramientas y estrategias para estimular el trabajo de la presencia y la porosidad de los cuerpos, muchas veces pensadas de manera casi personalizada para cada alumno. Cada día era un reto conseguir animarlos y motivar su curiosidad, una experimentación permanente con propuestas diversas, imaginando variaciones para incidir e incluir todos los sentidos corporales: la vista, el oído, el tacto, la voz, la palabra... para estimular otras maneras de tratar, de escuchar y de expresarse, para conectar con la propia sinestesia corporal, las diferentes maneras de percibir el tiempo. En definitiva, para estar en el presente y habitarlo de manera consciente.

Gran parte del trabajo se ha enfocado en hacerlos trabajar con la calma, el silencio, la pausa, y en cobrar conciencia de las posibilidades expresivas de la modulación, con respecto a gradaciones de volumen e intensidades, partiendo de sonidos apenas perceptibles, de movimientos, acciones o desplazamientos mínimos en el espacio.

Igualmente importante ha sido insistir en marcar con precisión el momento de inicio y final de cualquier acción o ejercicio. Una tarea que nos ha permitido, a partir de microacciones que proponían los propios alumnos, y utilizando herramientas de acumulación y repetición, generar partituras más complejas y desplegarlas en el espacio. Este trabajo de partituras ha sido central y ocupó buena parte de las sesiones a lo largo del segundo trimestre. Al principio les era especialmente difícil relacionarse con la abstracción, entender la acción por ella misma, despojada de sentido narrativo o de una teatralidad convencional. Pero finalmente fue una herramienta muy útil que nos permitió trabajar con la transmisión (podían aprender y hacer las acciones de otros siguiendo las partituras), desarrollar y “dar cuerpo” a gran parte de las propuestas.