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Natalia Domínguez EN RESiDENCiA en el Instituto Verdaguer
La práctica artística de Natalia Domínguez surge del romanticismo en el intento de acercarse y poseer al otro como entidad desconocida, pero también del extrañamiento de lo común. Analizar a conciencia un elemento que vemos y reconocemos con normalidad lo hace excepcional, al igual que repetir nuestro nombre un número indeterminado de veces nos sitúa en una posición de extrañamiento respecto a nuestra identidad y las acepciones que utilizamos para nombrar y definirnos. De esa saturación semántica es de donde surge su trabajo: de la necesidad de reconstruir significados, tergiversarlos y repensarlos. Porque, si el lenguaje es un pacto social, es maleable, cambiante y, consiguientemente, camaleónico.
En base a estos conceptos y métodos, Natalia Domínguez trabaja actualmente a partir de la abstracción y codificación de dos elementos del espacio arquitectónico: los acabados decorativos —como elementos sin función constructiva, pero que dotan de idiosincrasia histórica, conceptual y política el edificio que coronan— y la resonancia del espacio para cuestionar su pasado, presente y futuros posibles.
Por todo ello, el proceso de creación quiere preguntarse cómo ocupar espacios de manera «no física», cuál es la resonancia de los objetos, cómo hablar a las cosas y qué espacios y resonancias viajan por encima de nuestra cabeza y por debajo de nuestros pies.