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Toni Giró EN RESiDENCiA en el Instituto Bernat Metge
Si tuviera que explicar brevemente el proyecto en el que trabajamos en el anterior EN RESiDÈNCiA donde participé, lo resumiría recordando qué es lo que ocurre cuando pones en contacto a un grupo de adolescentes de 4º de ESO, su energía, inquietudes y proyección de futuro, con un conjunto de presencias escultóricas y monumentos de su entorno, que por ellos pasan desapercibidos y sobre los que no tienen ningún tipo de relación ni consideración afectivas o históricas. Cómo posibilitar lúdicamente su interpretación e incluso apropiación.
En la EN RESiDÈNCiA en la que se me ha invitado a participar este año, y dado que las edades del grupo son bastante más tiernas (1º de ESO), quisiera hacer un proceso un poco a la inversa. Si en la primera residencia partíamos de la historia para apropiárnosla y lanzarla hacia delante a partir de los cuerpos y formas de los monumentos, ahora podríamos recuperar el espacio cercano del juego y la memoria de la infancia ―una realidad todavía muy cercana en esta edad― para aplicar sus condiciones y atributos al entorno cercano y las situaciones cotidianas. Es una tendencia habitual la consideración de que, a medida que crecemos, se abandona progresivamente el territorio del juego para atender seriamente el conocimiento que debemos adquirir para relacionarnos con el entorno.
¿Y si el juego forma parte de la estrategia de esta relación?
¿Y si la aplicación de la creatividad en la resolución de los problemas que se nos presentan supusiera una estrategia positiva de aprendizaje y relación?
¿Podemos alterar las condiciones de nuestra relación con la realidad si aplicamos una actitud «estética» que se base en el juego y que nos haga percibir las cosas de forma distinta?
Podríamos empezar por aplicar y adaptar ciertos juegos al conocimiento de nuestro barrio, registrar su experiencia y analizar sus resultados.